El teniente coronel de Infantería Enrique Área Sacristán (Vitoria, 1960) ... representa el espíritu inquieto del militar español de siempre: la voluntad de servicio y el compromiso con España. Hemos vuelto a conversar con él para conocer sus opiniones sobre asuntos de la inquietante actualidad nacional. Área Sacristán se pronuncia sin tapujos sobre hechos que considera de especial significación porque afectan al trazado del porvenir de millones de españoles.
Jefe de la sección de Propiedades de la Dirección de Acuartelamiento, nuestro interlocutor muestra su inquietud por la “balcanización” de España si nacionalistas vascos y catalanes continúan su deriva secesionista, considera el del 36 un alzamiento cívico-militar (“hubo muchos más voluntarios en las Fuerzas Nacionales que en las ‘gubernamentales’, autoproclamadas ejército rojo”), garantiza que el Ejército asumiría el compromiso de mantener unida la nación en el caso “improbable” de que el Gobierno trabajase en la dirección contraria y se muestra muy crítico con la actitud de la izquierda en Vascongadas y Navarra. “La posición de la izquierda, y aquí me refiero a todas, es patética y, a veces malintencionada dependiendo de la radicalidad de ésta. Después de haber llevado al PNV a una hegemonía en Vascongadas por la que se le permite plantear la independencia a corto plazo, siguen insistiendo en que la solución vasca es una cuestión exclusivamente de las fuerzas vascas, es decir, de un pacto reducido al ámbito vasco. Y digo que la tesis de la izquierda es patética por cuanto ése es el terreno de los nacionalistas, y de la izquierda comunista vasco-navarra, donde ellos son hegemónicos y tienen todas las posibilidades de llevar adelante sus objetivos”, señala el alto mando en la entrevista.
Considerado uno de los mandos militares en activo con una mayor cualificación, Área Sacristán también se muestra muy crítico con el relato que se le ha permitido hacer estos días a la banda ETA sobre su actividad terrorista, con especial desprecio a sus víctimas.
-La edad media de los soldados y marineros ha pasado de 22 años y medio a 33. ¿Puede este envejecimiento estar empezando a afectar directamente a la capacidad operativa de nuestras unidades?
Según el documento del Ministerio de Defensa de diciembre de 1996, la permanencia media deseable en activo para la tropa y marinería profesional(es) se cifraba en un período de cinco a seis años. En efecto, como sugiere la experiencia belga, “contracts including reenlistment should not exceed six years. After that it becomes more and more difficult for ex-soldiers to start a civil career”. Sin embargo, este problema no ha sido debatido, al menos públicamente, a lo largo de estos últimos años ni es citado en el dictamen de la Comisión Mixta Congreso de los Diputados-Senado.
En el caso español la transición del modelo mixto al voluntario duró seis años, es decir, el Gobierno optó por una transición larga. Por el contrario, en Bélgica y Holanda el llamado dilema de la transición se resolvió de una manera mucho más breve: en el primer país citado, la transición duró un año y medio y en el segundo, más de tres años, aunque inicialmente se contempló un período de casi cinco años. Por consiguiente, se puede colegir que la transición propuesta por el PSOE fue equiparable a la de otros países europeos, sobre todo si tenemos en cuenta que no se partió de cero en el proceso de profesionalización, sino de unas Fuerzas Armadas mixtas.
En pocas palabras, podemos concluir que, si bien en 1996 se inició sin ningún género de dudas la plena profesionalización de las Fuerzas Armadas españolas, su plena modernización, tal y como cabría esperar en cuanto al equilibrio que debe existir entre un miembro de las clases de tropa y su edad activa operativa, tardará en llegar por no tener éstas ninguna salida en el mercado de trabajo por lo que sus miembros optan por reengancharse hasta edades muy tardías, convirtiéndose en tropa muy envejecida y difícilmente utilizable operativamente hablando y, consecuentemente, con peores salidas todavía al mercado de trabajo.
-¿Qué diferencias morales tiene el funcionariado militar?
Parece claro que el objeto de la relación jurídico-funcionarial de militarización profesional lo constituye un acto o, quizá, un conjunto de actos humanos. Se trata de una prestación personal, como desempeño de una especial labor.
Conviene recordar lo que dispone el Art. 3 de las Reales Ordenanzas de las FAS cuando señala el fin de la institución militar, “la razón de los Ejércitos es la defensa militar de España”.
Así pues, el objeto de la relación diferencia al militar del funcionariado civil al servicio de la Administración militar. Porque ambos tienen como objeto la defensa nacional, pero únicamente el militar se encarga de ella stricto sensu.
Los funcionarios civiles tienen como objeto el funcionamiento de la maquinaria administrativa, que es el cometido de los militares. Ambos tienen que ver con la Defensa Nacional pero sólo el militar se encarga materialmente de la misma.
En definitiva, el objeto es el esfuerzo individual y colectivo por asegurar la defensa por la fuerza de las armas y, para ello, se debe entrenar, preparar y conducir conforme a unas reglas particulares que constituyen la disciplina militar, fundada sobre el principio de obediencia a las órdenes de los superiores.
Pero al ser ese el objeto viene muy determinado por el modelo político que se adopte. La militar jura defender ese Estado, esa Patria, y no otra. De ahí que pueda cometer el delito de traición y que si decide no defenderlo más ha de romper su vínculo. Esto último ocurrió con el Decreto de 22 de Abril de 1931 por el que se hacía a los militares jurar la defensa de la República; caso de no hacerlo se rompía la relación por el retiro.
Constituye, pues, la carrera de las armas, una de las más tradicionales y primigenias formas de servir al Estado, sobre todo desde la burocratización del militar como “funcionario” u oficial, amplio sensu, al servicio particular del Estado. Y aunque la actual omite cualquier consideración al respecto, era muy claro sobre este punto el Art. 1 de la Ley 17/89 que decía que “la función militar es un servicio del Estado a la comunidad nacional prestado por las Fuerzas Armadas, bajo la dirección del Gobierno, para cumplir la misión definida en el Art. 8.1 de la Constitución”.
-¿Qué recomendaría a un joven español que decidiera encauzar su futuro dentro de las Fuerzas Armadas?
Le explicaría que el debate entre el militar institucional (o vocacional) y el ocupacional sigue abierto, pues responde, también al modelo de FAS que se pretende, máxime cuando está abierta la cuestión sobre la profesionalización del Ejército. Y es que la profesión militar, para ser auténtica, hay que vivirla vocacionalmente. Y ello sin perjuicio de que cada día gane más en un pretendido ocupacionalismo fruto de la inevitable especialización técnica.
Cuando Moskos se refiere a la tendencia institucional está hablando de la vinculación del militar a una institución en el sentido de Hairiou (“idea objetiva que recluta adhesiones en un medio social”), que exige una vinculación vocacional. De tal manera que en el militar institucional priman los valores tipo “caudillo heroico.
Le diría que el carácter ocupacional, por contra, hace referencia a la necesidad de que la profesión militar se legitime en términos de mercado. En este sentido, “más que consideraciones normativas, predominan la oferta y la demanda”. (Moskos, “Tendencias institucionales y ocupacionales en las FAS”).
Es claro que ambas tendencias no solo no están reñidas, sino que es necesario que se compenetren. Ya no caben líderes heroicos ignorantes de las mínimas nociones de táctica y son necesarios técnicos que sepan manejar los complejos mecanismos de los actuales sistemas de armas, pero tampoco caben meros técnicos que no sepan ponerse al frente de sus hombres si es preciso y sacar al enemigo de la trinchera a punta de bayoneta.
La Administración militar no puede descuidar, sino potenciar, el aspecto vocacional e institucional que, en el fondo, subyace en la profesión militar. Precisamente la coyuntura política y social de la España actual y el cambio a un Ejército profesional en su totalidad exige, entre otras cosas, no engañar a los futuros soldados con prestaciones que, de hecho, no van a aparecer. Esto, en resumen, le recomendaría: si lo eliges hazlo por vocación, no por ocupación.
Valga como broche final un texto de Janowitz sobre la encrucijada entre lo ocupacional y lo institucional, el líder tradicional y el técnico: “La profesión militar se enfrenta a un dilema permanente, agudizado por el desarrollo de la guerra automatizada. La profesión debe reclutar y conservar oficiales que sean diestros en la gestión militar para que entren a formar parte de su élite, pero, al mismo tiempo, muchos de sus oficiales, incluyendo los más sobresalientes, deben ser capaces de perpetuar las tradiciones del líder heroico”.
-El Ejército revisará su base de datos para no calificar el golpe de Estado del 36 como “cívico”. ¿Qué opina?
Ocultan que, a lo largo de la contienda, hubo muchos más voluntarios en las Fuerzas Nacionales que en las “gubernamentales”, autoproclamadas ejército rojo. Hay que saber y dejar bien claro que los banderines de enganche de las milicias del Frente Popular ofrecieron desde el principio un sueldo de diez pesetas diarias a los voluntarios.
Entonces en España, un trabajador con categoría de oficial ganaba nueve pesetas por cada día laborable. En cambio, el Soldado Nacional ganaba 50 céntimos diarios, y el sueldo de un Alférez era de 333 pesetas mensuales, que se elevaba a 360 cuando estaba en el frente. El miliciano rojo “raso” ganaba las 310 pesetas al mes, mientras el nacional ganaba 15 pesetas mensuales. Además, el gobierno de la República acudió pronto a las movilizaciones de quintas llegando a llamar a filas a los ciudadanos próximos a los cuarenta años de edad. Mientras, a las filas Nacionales llegaron voluntarios hasta el final de la guerra y en las llamadas a filas sólo se llegó hasta los solteros de 28 años que, además, fueron destinados a servicios de retaguardia.
Con todo lo anteriormente dicho se colige que fue un alzamiento cívico-militar.
-¿Corremos el riesgo de una balcanización del Estado?
Tal y como presentan los problemas los nacionalistas vascos y catalanes, parece que se está produciendo lo que usted llama balcanización del Estado.
-¿Tendría derecho el pueblo español comprometido con el destino histórico de España a asumir la defensa de su unidad si el Gobierno se moviera en la dirección contraria?
Si el Gobierno de la Nación trabajase en dirección contraria al destino histórico de España, hecho muy improbable, no haría falta que el pueblo español asumiera esa defensa, la harían los Ejércitos y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
-Muchos de sus compañeros, e incluso familiares muy directos a usted, fueron inmolados por la banda de terrorista ETA. ¿Le satisface lo que ha sido presentado como el final de la banda?
No me satisface en absoluto. Hay una cosa muy importante que no ven estas gentes de izquierdas radicales o no, socialistas o tardos comunistas, y es que, de seguir el método que proponen, ganarán siempre los vascos de primera. Ya han ido ganando a lo largo de estos últimos años, triunfan en las elecciones al Parlamento español en sus circunscripciones territoriales, ganan las autonómicas y volverán a hacerlo. Por supuesto con terror si no hubiera intervenido el Estado y, aún existe el terror en varias de sus formas.
-¿Cree que hemos ganado la guerra al terror cuando el encargado de anunciar la disolución de ETA es un terrorista convicto y cuando los herederos políticos de la banda controlan la provincia de Guipúzcoa y cada vez más la comunidad foral de Navarra?
La posición de la izquierda, y aquí me refiero a todas, es patética y, a veces malintencionada dependiendo de la radicalidad de esta. Después de haber llevado al PNV a una hegemonía en Vascongadas por la que se le permite plantear la independencia a corto plazo, siguen insistiendo en que la solución vasca es una cuestión exclusivamente de las fuerzas vascas, es decir, de un pacto reducido al ámbito vasco. Y digo que la tesis de la izquierda es patética por cuanto ése es el terreno de los nacionalistas, y de la izquierda comunista vasco-navarra, donde ellos son hegemónicos y tienen todas las posibilidades de llevar adelante sus objetivos.
¿No han sido capaces de darse cuenta de que si la batalla se hubiera dado sólo en Vascongadas ya habrían conseguido todos sus objetivos?
La pugna real se ha mantenido hasta no hace poco en el ámbito estatal, en Madrid, en el Parlamento español, en la Audiencia Nacional, en los escaños de la voluntad nacional española de la que el estado es una consecuencia, y no sólo en el ámbito vasco.
Si la batalla se diera en el territorio vasco-navarro, solamente la mayoría abertzale habría cumplido su calendario independentista. El criptonacionalismo o nacionalismo escondido de las izquierdas puede más que la obviedad.
Según la visión de las izquierdas y nacionalistas de todo pelaje, a la hora de la verdad, no podrá contar el resto de los españoles que han sido asesinados por la convivencia de todos y que son el resultado de la voluntad de toda la nación española, incluida la vasca, pese a quien pese. Y esto sucede porque estas fuerzas que hemos mencionado no reconocen ni aceptan que Vascongadas sea “una parte” del Estado y que los problemas de esa parte los sean de todos.
Si la batalla se lleva a Vascongadas y Navarra, sin duda alguna, habremos perdido la guerra al terror.
–¿Comprende que muchos españoles ya sólo confíen en el Ejército para revertir una situación que consideran límite?
Si se pone el acento, como está sucediendo ahora, en los “derechos”, es necesario no perder nunca de vista las responsabilidades de los que son corolario. La responsabilidad individual no es sólo fundamento de la preocupación por los demás; es inherente al concepto mismo de ser humano. Una sociedad de individualismo extremo tiene pocas oportunidades de asegurar el respeto de los derechos humanos.
Para liberar a los hombres del temor a perder sus derechos individuales, se ha asignado a los Estados el deber de hacer respetar la ley y el orden y de asegurar la seguridad exterior de la nación. Desde este punto de vista se entienden los Ejércitos como una herramienta de este para asegurar su supervivencia y la pertenencia a los mismos se debe asumir como una responsabilidad y un derecho individual y colectivo.
Dicho esto, parece obvio afirmar que, siendo la ultima ratio regis, los ejércitos deben ser los depositarios últimos de la defensa de la normalidad, de la ley y el orden en cualquier estado de derecho; eso sí, dentro de la legalidad vigente. Por consiguiente y como usted apunta, comprendo que muchos españoles ya sólo confíen en el Ejército para revertir una situación que consideran límite.
-Usted es un militar en activo. ¿A qué ha tenido que renunciar para mantener a flote sus convicciones y su compromiso ético con España?
Aunque la conducta del militar tiene profundas consecuencias políticas, es evidente que los oficiales y suboficiales no luchan, como ha quedado demostrado en los últimos 100 años, por una ideología política expresa. Sólo en las graduaciones más altas y entre sus miembros de élite parece que existe un interés mayor por los fines políticos de la institución militar. La vocación y el honor es la base del sistema de creencias desde que somos alumnos de las academias. La eficacia de éstas funciona precisamente gracias a que no depende de una elaborada justificación política.
No, creo que no he tenido que renunciar a nada que mis hijos y mi mujer no entendieran como un sacrificio que había que hacer por la Patria. He hecho lo que me ha gustado hacer en la vida. He tenido esa suerte.
-¿Nos puede relatar alguna experiencia cercana que le tuviese a usted como víctima de la banda terrorista ETA?
Cuando tenía 18 años recogí personalmente en el correo la carta donde ETA amenazaba de muerte a mi padre. Me pareció un sobre extraño; lo miré a trasluz y vi el hacha y la serpiente. Posteriormente, 18 años después, estando destinado de capitán en el Cuartel General de la antigua Vª Región Militar, el responsable de la sección de Información me dio la carta de amenaza para que la tuviera de recuerdo ya que se disolvía la Capitanía.
-Sigue usted la tradición de los acerados vascos que han prestigiado nuestro Ejército a lo largo de la historia, desde Miguel López de Legazpi a Gabriel de Mendizábal. ¿En qué medida su origen vasco ha moldeado su patriotismo?
Las vivencias tenidas de joven con mi padre amenazado por ETA y con una situación general en Vascongadas de auténtica revolución, desarrollaron en mi el espíritu patriótico que aún conservo.
-¿Perderá España a su mando militar más notable cuando pase usted a la reserva?
No soy nada más que un militar que ha querido ser leal con la Patria. Como yo hay muchos. Mejores que yo, en el Ejército, la mayoría.
lunes, 7 de mayo de 2018
LA VERDAD, EN UNA ENTREVISTA
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