HONOR

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«¡Disciplina! Nunca bien definida y comprendida. ¡Disciplina! Que no encierra mérito alguno cuando la condición del mando nos es grata y llevadera. ¡Disciplina! Que reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía, o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando. Esta es la disciplina que os inculcamos, esta es la disciplina que practicamos, este es el ejemplo que os ofrecemos.»

jueves, 19 de febrero de 2015

El «11-M» que ETA sí cometió en Madrid y por el que nunca pagó

«Iremos trece a comer a tu casa». Sobre las siete de la mañana, la terrorista Izaskun Arrazola Mallona descolgó el teléfono de una cabina pública del aeropuerto de Barajas para anunciar a su jefe, Juan María Alcorta Oyarbide, quien esperaba en Hendaya, al otro lado de la frontera francesa, que a las 13 horas de aquel 29 de julio de 1979 ETA iba a perpetrar la mayor matanza sincronizada en Madrid. Tres bombas consecutivas hicieron explosión aquella mañana de canícula en la que España, recién estrenada su democracia, se preparaba para las vacaciones. Tres estruendos. En Barajas, a las 13:01, en la estación de Chamartín, a las 13:11, y en Atocha, a las 13:15 horas. En apenas 14 minutos, la banda terrorista acabaría con la vida de siete ciudadanos y dejaría decenas de heridos, sembrando de caos y terror la capital del país. ETA político-militar, que tras las elecciones democráticas de la primavera de 1979 estaba inmersa en el debate del Estatuto vasco de Autonomía, reivindicó el triple atentado, el más sangriento hasta entonces.

La masacre de ETA, que copó las portadas de los diarios nacionales e internacionales, jamás fue juzgada. Como tantas otras, hasta más de 300 asesinatos cometidos por la banda criminal. El periodista Juanfer Fernández Calderín profundiza en todos ellos en su libro «Agujeros del Sistema. Más de 300 asesinatos de ETA sin resolver», editado por Ikusager, y que será presentado hoy en Madrid con la participación de Consuelo Ordóñez, Maite Pagazaurtundúa, María San Gil y Ana María Vidal-Abarca.

¿Se imaginan que la Policía hubiera arrestado a los autores de la matanza del 11 de mayo de 2004 y, por negligencia, desidia o una concatenación de despistes incompresibles estos hubieran sido puestos en libertad? Pues así ocurrió en la masacre de 1979 en Madrid. Pero la rueda de lo rocambolesco aún giró una vuelta más. Porque Izaskun Arrazola, la etarra al teléfono desde Barajas, confesó los hechos y reveló con «sumo detalle» cómo organizaron el atentado, cómo estuvieron a punto de ser descubiertos en un control de carretera de camino a Madrid, cómo montaron las bombas de reloj en las propias estaciones de Atocha y Chamartín y en Barajas...

Lo declaró ante la Guardia Civil -después denunciaría torturas- tras ser capturada dos meses después de la matanza, en octubre de 1979. El libro incluye la transcripción completa de la confesión -incluidos los nombres de sus compañeros de «talde», Miguel Antonio Machinea Sainz y Miguel Ángel Amilibia Urcelay- ante la Guardia Civil. Pero ninguno fue procesado, por más que los diarios de la época, como ABC, dieran voz al Instituto Armado, frustrado ante la parálisis de la Justicia. Poco después la única terrorista presa huyó de la cárcel donostiarra de Martutene. Hasta hoy.

La Justicia y sus cuentas

Y aún hay más: Alcorta Oyarbide, jefe del comando y autor intelectual del atentado según confesión de Izaskun Arrazola, se personó el 19 de abril de 1985, seis años después, en el Juzgado Central de Instrucción número 2 de la Audiencia Nacional. Voluntariamente. Y el juez decretó en ese momento su libertad provisional bajo fianza de 500.000 pesetas. El etarra «pagó y salió a la calle», cuenta en su libro F. Calderín. Poco después se dictó el sobreseimiento y se le devolvió el medio millón de pesetas al terrorista.

La matanza de Madrid fue uno de tantos casos que murieron el sueño de los justos, con el sumario a medio abrir olvidado en algún cajón, cuando no directamente destruido. Como el del periodista José María Portell, cuya carpeta fue expurgada -«quemada, ya no hay forma de buscarla», matiza el autor- por un juzgado de Bilbao en 2008 sin que ni siquiera llegara a la Audiencia Nacional. Así hasta 314 casos sin resolver cometidos en época democrática. El joven autor de esta obra, director de comunicación de Covite, ha buceado durante dos años entre centenares de sumarios judiciales olvidados, informes de balística de las fuerzas de seguridad que le han permitido cruzar datos y hacer averiguaciones... De las que las familias de las víctimas jamás llegarían a saber sin este libro.

NOTA: Artículo encontrado en el ABC.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Algunos no habían nacido y otros tienen mala memoria, con destino en la 1@ Comandancia Mivil, fue un duro y largo día q jamás se me borra

Unknown dijo...

Algunos no habían nacido y otros tienen mala memoria, con destino en la 1@ Comandancia Mivil, fue un duro y largo día q jamás se me borra

Doramas dijo...

Lo jodido de estos temas, es que aún existen componentes del cuerpo, que estas cosas les suenan lejanas y muchos comentan que por algo sería. Una pena pero es así.
Lo mismo nos vimos alguna vez, ese día estaba de monitor en Venta La Rubia e íbamos en otros vehículos que salieron mucho antes.
¿Movil?, no fué por esos años cuando la manifestación por la Seguridad Social?.