ESPAÑA ES UNA NACIÓN DE HISTORIA CÍCLICA Y A LA REALIDAD NOS REMITIMOS
¿Historia cíclica? |
En el Ejército, lo primero que se hace antes de iniciar una
relación entre varios es presentarse con el nombre, grado y destino, como
pequeño adelanto de la personalidad del militar; y como por circunstancias
harto conocidas me encuentro en boca de muchos de mis compatriotas, quiero
presentarme ante ellos para que, de esta forma, lo más objetivamente que pueda
hacerlo, sepan algo sobre quién es Tejero y las circunstancias que le rodean.
Ante ustedes, no por voluntad propia, sino por avalares del
destino, se presenta Antonio Tejero Molina, militar español, para quien ante el
sacrosanto nombre de España todo lo demás, excepto Dios, queda oscurecido de
tal forma que apenas sí se ve, de tal forma que por ella, por España y cuanto
representa, río, sufro, trabajo, vivo y si es necesario muero con alegría.
Que el sentirme español sea para mí el más preciado título,
tiene una sencilla y demostrable explicación: es que España es tan grande, tan
hermosa... Es grande en su historia, hermosa en sus tierras, rica en sus
campos, fecunda en sus gentes y divina en su lengua: ¡El español! Me he
recreado miles de veces mirando con avaricia sus tierras; y lo mismo me ha
estallado el alma de orgullo ante sus altivas montañas, que ante sus verdes y
sosegados valles de Vascongadas; lo mismo se ha perdido mi ilusionada mirada en
su inmensa llanura manchega, que he creído volar desde lo alto de los Picos de
Europa; lo mismo me he tostado bajo el sol en sus playas de Málaga y de
Maspalomas, que me he quemado con sus nieves en Candanchú y en el «Escaparate»;
me he empapado durante años con el agua de sus cielos de Galicia, de la misma
forma que me he abrasado al sol de su hermosa "siberia" extremeña...
Y la belleza de sus rías, y el fragor de sus minas, y el
bullicio de sus ciudades, y el sosiego de sus pueblos, y el sabor de sus vinos:
Jerez, Rioja, Jumilla, Priorato, Rueda y Ribeiro...; y el gusto de sus guisos:
fabada, cocido, escudilla, gazpacho, caldereta, pote, marmitako, sancocho...
Comidas y bebidas de una raza bravía cuyos machos han llegado a ser dioses y
ejemplo de heroínas sus hembras.
Y de su tierra a su historia, ante la que, señores, ¡hay que
descubrirse! Todos sabemos que desde los Reyes Católicos fuimos una gran
nación, que no tardó en convertirse en grandísima. Tan grande era que en ella
no se ponía el sol; y alumbró entonces nuevas tierras y se entregó generosa a
aquellas hijas de más allá del océano, que son hoy pueblos hermosos que
recuerdan a la Madre Patria que les dio el ser, que la recuerdan en español, y
que en español, y a la sombra de la cruz, rezan sus hijos.
Desde entonces, nuestra Patria ha caminado siempre por la
Historia sacudiéndose el yugo cuando intentaron ponérselo, porque al grito de
«¡La Patria está en peligro!» ha tenido siempre prestos a sus hijos para volver
a convertirla de meretriz en soberbia matrona. Y es esa Historia la que nos
grita: «¡Mirad a España!, pero mirad sintiéndola, para que se nos grabe en el
alma, para llevarla eternamente en nuestros sentidos.» «¡Mirad a España!, pero
viéndola en sus tierras, oyéndola en sus cantares, descubriéndola en su
Historia, abrazándola en su bandera, rezando en sus templos, mirando sus
cielos, trabajando sus campos, amando a sus gentes, comiendo sus guisos,
bebiendo sus caldos, sudando bajo su sol y tiritando sobre su nieve.»
«¡Mirad a España! besando a sus hembras y pariendo a sus
hijos.» Solo así te sentirás español. Español a quien le duele España. Y hoy
nos duele porque no nos gusta como es. Hoy nos duele porque España tiene que
ser una y grande y no muchas y rota. Nos duele porque antes era alegre y ahora
está asustada, y porque antes tenía trabajo y paz para sus gentes y ahora tiene
paro y sangre en sus tierras; porque antes era respetada y ahora es el
«hazmerreír» de los extraños; porque antes estaba gobernada y ahora tiene a
unos dirigentes que, en vez de repartir paz, trabajo y justicia social —y
también de la otra— discuten tan ricamente desde sus cómodas poltronas el sexo
de los ángeles..., y eso, amigos, como español, duele; ¡duele hasta reventar!
'Mi única política es España: su paz, su orden, su trabajo y
su grandeza'
Pero volvamos a mi presentación. Este español dolorido nació
en Málaga un 30 de abril de 1932, se crió en Alhaurín el Grande, «el lugar»,
como le decimos; nació de la clase media, bueno, eso creía yo hasta que
protestaron otros diciendo que mi clase no era la media, sino la baja, de
acuerdo con mis antecedentes. El caso es que nací hijo de honrados maestros y
nieto de sufridos labradores, y si tales antecedentes me sitúan en la clase
baja, así lo admito y de ello me enorgullezco, pues no debemos ser malos
cuando, poco a poco, vamos subiendo y progresando...
Estoy casado con una maravillosa mujer, hija de guardia
civil y maestra de profesión y vocación, honrada y española como la que más,
una mujer religiosa y prolífica que ha enriquecido nuestra unión con seis hijos
que son nuestro orgullo y nuestra fortuna, educados todos ellos a la sombra de
la cruz y en el amor a su Patria. En partes iguales se distribuye nuestra
descendencia: tres varones y tres hembras; de aquellos, uno ya es militar, y de
éstas, dos están casadas, también con militares; un nieto y otro en camino
aseguran la prolongación de la familia. A la vista de todo ello es fácil sacar
en conclusión que soy un hombre completamente feliz.
Aunque no soy monárquico, no me importa que mis amigos lo
sean porque acepto cualquier forma de Estado, incluida la Monarquía, siempre
que conduzca certeramente a mi Patria. Amo la vida y la libertad. Me gusta el
orden. Soy católico practicante sin ser beato, y aunque no sea la mía una familia
de mucho «rezo», todos los días damos gracias a Dios por los alimentos que
permite llegar a nuestra mesa y bendecimos su nombre en familia al final de
cada jornada. Políticamente no estoy encuadrado en ninguna ideología. Mi única
política es España: su paz, su orden, su trabajo y su grandeza. No quiero nada
que no haya ganado con mi sudor, y respecto a los demás, deseo que cada uno
tenga lo que se merece, y me inclino por el más débil, no en una relación
paternalista, sino en un plano de igualdad humana, de hombre a hombre.
En el trabajo y en el servicio soy duro para conmigo mismo y
lo soy también para con tos demás, por ello, generalmente, no dejo pasar las
faltas, las castigo, sin rencor pero sí de acuerdo con mi sentido de la
justicia; por eso ni he guardado ni guardo rencor a quienes me han castigado si
merecí el castigo. Entre mis grandes preocupaciones está la de la justicia
social, pero sin demagogia; como cristiano sé que todos los hombres somos
iguales, que lo único que cambia es aquello que Ortega y Gasset llamaba las
circunstancias; por eso no creo en la existencia de razas privilegiadas, creo
en los hombres y, sobre todo, creo en los españoles, y por lo que a mí se
refiere, creo tener una enorme capacidad para encajar los reveses con la sonrisa
en los labios, sin desfallecer nunca.
Tengo también defectos, quizá demasiados, pero de resaltar
éstos ya se encargarán otros cumplidamente...
Creo que he hablado ya lo suficiente de mis orígenes, mi
vida familiar y los pilares fundamentales de mi pensamiento como hombre y como
español; quiero concentrarme ahora en mi condición de militar. Desde siempre
quise ser militar, aunque no había precedente alguno en mi familia. Fue en 1951
cuando conseguí mis cordones de caballero cadete de la Academia General
Militar. Aún ahora, en peligro de poder perder el uniforme, me parece mentira
verme con los cordones en la mano, en la mano porque en el corazón los he
llevado siempre.
Sin vanidad alguna por mi parte, pero sí con la obligación
moral de salir al paso de quienes afirman que son militares los que no sirven
para otra cosa, tengo que decir que fui un buen estudiante de Bachillerato,
como certifican las abundantes matrículas de honor de aquellos años en los que
se iniciaba mi expediente académico. Ya en la Academia General fui, durante
tres años, cabo galonista por pertenecer a la primera promoción de la Guardia
Civil, Cuerpo militar por entero, aunque yo siempre deseé que fuese Arma;
Cuerpo militar español por su origen y creación, benemérito porque lo ha ganado
a pulso y heroico porque lo ha demostrado a través de gestas como Santa María
de la Cabeza, el Alcázar de Toledo, Oviedo y Tocina, que si cada una por sí
misma sería suficiente, forman en su conjunto un póquer de ases que bien ganó
para la Guardia Civil el titulo de heroico Cuerpo militar.
'Muchas veces he dicho a mis hijos que la vida es preciosa y
que una de las cosas que más la engrandecen es el saber que se la puede uno
jugar por algo que merezca la pena'
Durante mi permanencia en la Academia me enseñaron todo lo
que ahora pongo en práctica y constituye el eje de mi vida, aunque mis
profesores parecen haberlo olvidado. ¡De desmemoriados anda el mundo lleno! Lo
cierto es que de aquellos profesores, hoy desmemoriados, aprendí el culto al
valor, a la dignidad, al honor, a la Patria, a su unidad y a su bandera, y
también el culto a nuestros muertos. Y me va a permitir el lector que haga un
pequeño aparte para decir, en voz baja, confidencialmente a quienes tales
enseñanzas me dieron: Señores desmemoriados ¡voy a tener que darles rabillos de
pasas!
Tras este pequeño paréntesis, hecho gracias a la paciencia
de los pacientes lectores, vuelvo a aquellos anos de mi vida en la Academia
General de la que salí teniente en diciembre de 1955. Cataluña fue mi primer
destino, y allí permanecí durante tres años. Cataluña era por aquellos años uno
de los últimos reductos del bandolerismo español, con personajes como Sabater,
Facerías y «Caraquemada», entre otros. Y cumpliendo aquel primer destino surgió
la campaña del Sahara-Ifni. Poco tardé en redactar mi instancia (una instancia
cuya copia conservo) solicitando mi incorporación a la Policía Territorial del
África occidental española, pero mi petición fue denegada con la justificación
de que estaba prestando servicio en zona de bandoleros de la que no se podía
distraer esfuerzo alguno.
Y de Cataluña, a Galicia. Al ascender a capitán en 1958 me
incorporé a una de las compañías del Miño, zona contrabandista de duro y
sacrificado servicio. Allí me salieron las primeras canas y allí gané la
primera cruz. Vélez-Málaga fue el siguiente destino, y después de Andalucía,
Canarias; en 1963, con el ascenso a comandante, llegó el destino a Las Palmas
de Gran Canaria. Badajoz fue la etapa siguiente de mi vida militar; allí pasé
los años más apacibles de mi carrera, y de Badajoz he dicho siempre que es la
tierra donde no nací pero en la qué sí me gustaría morir. Allí crecieron mis
hijos y allí se terminó la lista de ellos con nuestro Juanico...
El ascenso a teniente coronel en 1974 iba a tener una
importancia decisiva en mi vida militar. Fui destinado a Guipúzcoa y allí me
incorporé el mismo día que se celebraba el funeral por el cabo Posadas. Aquella
circunstancia debió ser como una premonición de la honda transformación que en
mí iba a producirse; fue en aquellas tierras donde me convertí en un verdadero
guardia civil, fue allí donde pude darme cuenta, en toda su dimensión, del
temple, la disciplina y el valor y la gallardía de nuestros guardias; y fue
allí, ante cada uno de los féretros, ante cada uno de los cadáveres de nuestros
hombres, caídos por la insensatez de nuestros dirigentes, donde me hice la
solemne promesa de no quedar en paz con aquellas víctimas heroicas hasta no
igualar, al menos, su sacrificio.
Fue allí, en aquellas tierras, donde prediqué a mis hombres
con el ejemplo, como a mí me gusta que me prediquen, ¡mojándome el primero!
Allí vestí y paseé mi uniforme y mi tricornio con mayor orgullo que en ningún
otro lugar de España. Siempre llevé en mis salidas el coche negro de servicio
con la matrícula PGC y el letrero de «Servicio oficial». Fue allí donde más
descubierto estuvo mi pecho, sin camuflaje alguno, porque tampoco estaban
camuflados mis guardias de control; uniformado reglamentariamente visité los
barrios viejos de San Sebastián y Vitoria, cuyas dos Comandancias mandé;
vestido de uniforme fui también en ocasiones a las salas de fiestas en las que,
en sus jornadas libres de servicio, disfrutaban mis guardias con la sana
alegría de la juventud. Y nunca, ¡nunca! recibí de uniforme insulto alguno.
Pude haber sido tiroteado. No desconocía el riesgo y
difícilmente podía olvidar a todos y a cada uno de los hombres muertos. Pero el
riesgo es siempre inherente a nuestra carrera. Muchas veces he dicho a mis
hijos que la vida es preciosa y que una de las cosas que más la engrandecen es
el saber que se la puede uno jugar por algo que merezca la pena.
Durante mi estancia en Vascongadas fueron cerca de veinte
las víctimas que hizo el terrorismo en el Cuerpo de la Guardia Civil, aunque de
ellos solamente el cabo Frutos estaba a mis órdenes. Luché contra la ETA con
todo mi afán, sin conceder descanso alguno a los terroristas, para que no
pudieran pensar ni reaccionar; nuestra lucha no admitía tregua alguna, pero
era, también por nuestra parte, una lucha limpia, enfrentada a la sucia lucha
de los terroristas. Así y todo se logró detener a ciento cuarenta etarras,
todos los cuales salieron en triunfante libertad gracias a la amnistía.
Sí, a lo largo de mis años de destino en Vascongadas tuve
que asistir a demasiados entierros; eran mis hombres aquellos cadáveres, y es
cierto, como dijo en alguna ocasión la Prensa, que besé a mis muertos; sí, los
besé, aunque la mayoría de aquellos guardias muertos no tuvieran apariencia
humana, como consecuencia de las explosiones que habían segado sus vidas. Sí,
es cierto que los besé, y que mis labios se llenaron con su sangre de mártires;
y es cierto también que mi hijo los besó, y allí, que yo sepa, nadie sintió
náuseas. Aquello era para hombres y allí, que yo sepa, no había ninguno que no
lo fuera.
También fue durante mi permanencia en Vascongadas cuando se
llevó a cabo la legalización de la bandera separatista, esa bandera que ahora
llaman las izquierdas «banderola», y que entonces antepusieron a la bandera de
España. Aún estaba caliente la sangre del cabo Frutos cuando fue legalizada la
bandera separatista y aquello me indignó, creo que justamente. Mis guardias y
yo pasamos la peor noche de nuestra vida. Salimos varias veces a rescatar
banderas españolas ultrajadas, en contra de las órdenes recibidas de no salir
por ningún motivo. Una de esas banderas que pudimos rescatar medio quemadas
preside desde entonces mi hogar.
'Pensar que la «banderola» iba a ondear por encima de la
sacrosanta bandera española me hizo saltar contra los culpables y aquello me
costó un mes de arresto en Madrid y el cese en el mando de la Comandancia'.
El siguiente destino fue la Jefatura de la Comandancia de
Málaga, mi patria chica. Y allá nos fuimos con toda la ilusión del mundo. Había
allí un pabellón precioso para mi mujer; allí estaban mis padres; allí estaban
los amigos. Se reunían, en fin, muchas circunstancias para que en la
Comandancia de Málaga pudiera encontrarme a gusto. Pero seguían los asesinatos
y las tropelías en nuestra España. Las víctimas iban sumándose en cantidades
que yo difícilmente podía soportar, aunque no falten quienes se tragan esas
cifras sin pestañear, ¡allá sus estómagos!
Un atentado terrorista se cobró tres vidas: el señor Unceta,
un hombre cabal, y dos guardias civiles. Y en aquella misma jornada me
anunciaron que iba a haber en Málaga una manifestación en apoyo de la mayoría
de edad, en definitiva, uno de esos «escandaleras» que organizan los marxistas
y a los que acuden para gritar «¡Amnistía!»
Aquello me pareció una provocación, un comportamiento que no
podía aguantar. Intenté por el diálogo evitar que la manifestación se
celebrase, pero, aunque me dijeron que iba a ser trasladada a otro día,
comprendí que trataban de engañarme y, ya al filo de iniciarse la
manifestación, le dije al gobernador Civil: «Hoy España está de luto... Mañana
seré un arrestado, pero hoy no se profana a mis muertos.»Y así me jugué la
mejor Comandancia que he visto, porque disolví la manifestación, sin violencia,
porque no fue necesaria más que la decisión y la firmeza reflejadas en los ojos
de los hombres que componían mi fuerza. Aquellos hombres actuaban con energía y
con la confianza en su mando, sabiendo que no iba a dejarles en la estacada, y
está demostrado que cuando hay autoridad y decisión es innecesaria la
violencia; solamente después de reculeos y blandenguerías es imprescindible la
violencia. En fin, mi actuación me trajo un mes de arresto y el cese en el
mando.
Marché a mi retiro extremeño, porque soy de carne, y en ésta
me dolía lo que había perdido. Allí, en mi retiro extremeño, sin esperarlo,
llegó el nombramiento de jefe de la Agrupación de Destinos de la Dirección
General del Cuerpo. No era el mando ansiado por mí, pero era un mando. Y así
llegué a la Villa y Corte, y así empecé a respirar en tres dimensiones lo que a
las provincias solamente llega en dos.En Madrid tuve oportunidad de leer un
proyecto de Constitución en el que faltaba Dios y sobraban «nacionalidades».
Escribí inmediatamente una carta al Rey pidiéndole que aquel proyecto no
saliera adelante y pidiéndole que no corriera más sangre... Catorce días de
arresto y nuevamente en peligro mi destino. Entonces tomé un café con tres
amigos y otro más, que, pareciendo serlo, resultó un vulgar delator; tomamos
café en la cafetería Galaxia y... diecinueve meses de prisión efectiva, siete
de ellos legal.
Me encontré nuevamente disponible y en Madrid, respirando a
boca llena, durante las veinticuatro horas del día: asesinatos, atracos,
trabajadores en paro mendigando por las calles, por las plazas y en las
estaciones del Metro; veinticuatro horas al día viendo humillados a muchos de
los que hasta entonces había considerado hombres dignísimos, viendo actos de
cobardía, de indiferencia ante todo; veinticuatro horas al día oyendo los
ladridos furiosos de los cuarenta sectarios que emponzoñan a nuestro pueblo,
oyendo los crujidos de los cimientos de la Patria y oyendo el relato de las
continuadas profanaciones de banderas. Disponible, viendo a lo largo de las
veinticuatro horas a esas pandillas de jóvenes degradados por la droga, a esas
muchachas que sin haber consumido su niñez han perdido ya el ansia de vivir
porque ya todo lo conocen, aunque lo hayan conocido mal, y enfermos que piden un
tercer sexo, y pornografía a raudales, degradando a la mujer y al hombre, y
desprecio hacia nuestros mayores, irreligiosidad.
Todo eso es lo que vi en esas largas horas de mi situación
de disponible, y pensé que no tenía derecho a dejar a mis hijos una Patria
empobrecida y degradada, porque de mis padres recibí esta Patria en perfecto
estado. Y pienso que si hay que liarse a tortazos, debo y quiero ser yo quien
los dé y los reciba, y no reservárselo a mis hijos, que ellos tendrán los suyos
a su tiempo...
Conocí a personas que se encontraban en circunstancias
parecidas; que sufren por España, que aún tiene arreglo si se acaba con el
separatismo, si se termina con el terrorismo y con el terror callejero, si se
pone fin al paro mediante la adecuada utilización de la riqueza que en España
existe. Para ello solamente es necesario ser honrado y obligar a los demás a
que lo sean, porque se puede gobernar imponiéndose con autoridad.
Por todo ello, a las 18,24 horas del día 23 de febrero de
1981 entré en las Cortes Españolas, hice público un comunicado explicando el
porqué. Decía así:
«Españoles: las unidades del Ejército y de la Guardia Civil
que desde ayer están ocupando el Congreso de los Diputados a las órdenes del
general Miláns del Bosch, capitán general de Valencia, no tienen otro deseo que
el bien de España y de su pueblo. No admiten las autonomías separatistas y
quieren una España descentralizada pero no rota. No admiten la impunidad de los
asesinos terroristas contra los que es preciso aplicar todo el rigor de la Ley.
No pueden aceptar una situación en la que el prestigio de España disminuye día
a día. No admiten la inseguridad ciudadana que os impide vivir en paz. Aceptan
y respetan al Rey, al que quieren ver al frente de los destinos de la Patria,
respaldado por las Fuerzas Armadas. En suma, quieren la unidad de España, la paz,
orden, seguridad. ¡Viva España!»
Salí de las Cortes el día 24 de febrero, después de que el
secretario de la Junta de Jefes de Estado Mayor firmara, con el consentimiento
de la misma, y en presencia de mi director general, Aramburu Topete, un
documento, que conservo, eximiendo de toda responsabilidad a soldados,
guardias, cabos y suboficiales y hoy, a pesar de ese documento, sigue habiendo
guardias detenidos, y lo están también todos los cabos y suboficiales. Se les
busca culpabilidad cuando allí todo lo que se hizo fue por orden mía, sin tener
en cuenta que no pudo ser más limpio ni más caballeroso el comportamiento de la
fuerza con los diputados.
Yo me he declarado responsable de todo. Yo ordené los
disparos. Yo ordené a todo el mundo que se tumbara en el suelo. Yo distribuí y
ordené los servicios y los vigilé. Mi fuerza sabe que conmigo no se juega, y en
mi poder está ese documento que exime de responsabilidades a guardias, cabos y
suboficiales. ¡Señores, soy el único responsable de lo sucedido dentro de las
Cortes! ¡Señores, dejen ya tranquila una Fuerza de la que deben sentirse
orgullosos ustedes y toda España, sea cual sea su color y su ideología! ¿No se
pedía eficacia a. las FOP? ¡Pues ahí tienen ustedes eficacia!... Claro que las
órdenes que recibieron fueron claras y enérgicas.
Por todo ello me encuentro hoy en prisiones militares para
aceptar lo que España disponga de mi, con el ánimo sereno y la conciencia
tranquila, mucho más tranquila de lo que puedan tenerla quienes debiendo no
están aquí con nosotros.
Sea cual sea mi destino, ¡gracias España por permitir que te
haya servido!
Histórica carta de Don Antonio Tejero Molina. Teniente
coronel de la Guardia Civil. Publicada por el diario ABC en marzo de 1981
¿Sabía algo Bono? |
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Carta del coronel García-Conde: “¿Actuará la Fiscalía contra los mandos que en las juras de bandera pidan a cadetes o soldados defender la unidad de la Patria?”
José Luís García-Conde/Remitido.- Señor director de AD: Hace unos días publicó usted en su periódico mi adhesión a las declaraciones del Coronel Alamán, que empecé en los términos siguientes:
«Como militar que juró, como soldado y como cadete, defender la unidad de España no puedo dejar de solidarizarme con las declaraciones de mis compañeros Francisco Alamán y Mariano Cañas.
Como hijo de quien siendo capitán pasó desde Ceuta a Algeciras, el 29 de julio de 1936, en hidroaviones, con su compañía de ametralladoras del 3º Tabor de Regulares de Larache, tampoco puedo dejar de hacerlo pues merecería su abominación desde el más allá.
Como español, además de militar, tengo que felicitar a mis dos compañeros por haberse expresado en la forma en que lo han hecho que es lo que todo militar español debe sentir en estos momentos.»
Hoy, ante la admisión por la Fiscalía de la denuncia contra el Coronel no puedo menos que recordar el juramento a la Bandera que tanto él como yo, y como tantos otros, hicimos en nuestra Academia General Militar:
El mando militar, Tte. Coronel: ¡Caballeros Cadetes! ¿Juráis a Dios y prometéis a España, besando con unción su bandera, respetar y obedecer siempre a vuestros Jefes, no abandonarles nunca, y derramar, si es preciso, hasta la última gota de vuestra sangre en defensa de la unidad, del honor e independencia de la Patria y del orden dentro de ella?
Cadetes: ¡Sí, lo juro!
El mando militar: Si así lo hacéis la Patria os lo agradecerá y premiará, y si no, mereceréis su desprecio y su castigo como hijos indignos de ella.
Sacerdote: Por obligación de mi sagrado ministerio ruego a Dios que a cada uno le ayude a cumplir lo que jura y si no se lo demande.
Este fue el juramento que hicimos al ingresar en la Academia General Militar (AGM), el que hicieron tantos otros españoles en la IPS, en la Academia de Suboficiales, en los cuarteles, etc. Que yo sepa jamás hemos recibido un escrito por el que se nos exima de aquél juramento, luego sigue vigente para todo militar que lo hubiese prestado, sea cual sea su situación y graduación hoy. En mi Promoción éramos 350. Multipliquen por el número de promociones y comprobarán, aún cuando hayan fallecido muchos, el número de militares, de Teniente General para abajo, retirados o no, y de españoles que han comprometido su honor en el cumplimiento de lo que juraron, y, por ello, piensan como el Coronel Alamán.
http://www.alertadigital.com/2012/10/01/carta-del-coronel-garcia-conde-actuara-la-fiscalia-contra-los-mandos-que-en-las-juras-de-bandera-pidan-a-cadetes-o-soldados-defender-la-unidad-de-la-patria/
SALUDOS
http://lapoliticadegeppetto.blogspot.com.es
Las cosas mas claras no se pueden expresar. Solo recordarlo me pone los pelos de punta, pero para eso hace falta como minimo, SER ESPAÑOL, solo eso.
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