La izquierda española olvida con frecuencia que los valores del patriotismo y la defensa de la Guardia Civil, no son propios sólo de la derecha clásica. Han sido, precisamente, dos socialistas, entre otros muchos, los que mejor han destacado estos dos valores: Galdós, presidente de la Conjunción republicano-socialista en 1911, en los Episodios Nacionales, comprende la entraña institucional de la Guardia Civil y la expresa de forma bellísima e insuperable: “fue creado en el seno de España un ser grande, eficaz y de robusta vida, la Guardia Civil". Paradigma del amor a España, en su discurso sobre la Fe Nacional pronunciado el día 9 de diciembre del año 1900 con ocasión del homenaje que le tributaron un nutrido grupo de canarios en Madrid, dijo: “Habéis visto que ha llegado la hora de avivar en nuestras almas el amor a la patria chica para encender con él, en llamarada inextinguible, el amor de la grande”. El socialista catalán Pi y Margal, siendo jefe del Gobierno de la 1ª República, dictó la Orden Circular de 18 de junio de 1873, de hondo significado y trascendencia histórica, en la que decía:”La Guardia Civil ha sido, como debía, el brazo de todos los gobiernos, el firme escudo de las leyes de los partidos y los vaivenes de los tiempos. En épocas normales ha prestado grandes servicios defendiendo los caminos y asegurando en los campos la propiedad y las personas; y en luchas como la presente no ha escaseado ni su actividad ni su sangre por acabar con las facciones y sosegar los tumultos de los pueblos. El Gobierno tiene en esta guardia completa confianza y así desea que la tengan V.S., porque no se debe jamás juzgar de un cuerpo por las faltas que hayan podido cometer algunos de sus individuos”. En el art.39 de su Proyecto de Constitución Federal de 17 de julio de 1873, sólo concibió a España como Nación, y no a Cataluña, a la que tampoco consideró nacionalidad.
La Guardia Civil ha sobrevivido a todos los avatares de la convulsa historia contemporánea de España, desde su fundación por el segundo Duque de Ahumada en el Decreto de 28 de marzo de 1844, y ha sido leal a todos los regímenes políticos y Gobiernos, algunos de los cuales intentaron infructuosamente disolverla o desmilitarizarla. Aunque a partir de la Constitución de 1978 todos los Gobiernos han hecho un esfuerzo considerable para mejorar los medios materiales y personales de la Guardia Civil, que secularmente ha estado al servicio abnegado y eficaz de los españoles en condiciones de habitabilidad y laborales infrahumanas en tiempos pasados, e inferiores en algunos casos a los demás Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, no obstante, no se ha hecho lo suficiente para resolver o paliar esa situación, lo que ha provocado que recientemente un número considerable de guardias civiles, incluso uniformados, se hayan manifestado públicamente, en demanda de mejoras laborales y retributivas. El movimiento asociativo de la Guardia Civil es un remedio peor que la enfermedad de medios que en ocasiones padece por no estar los Gobiernos a la altura de la misión histórica del Instituto Armado, ya que el fin último que persigue la Asociación de Guardias Civiles, como recientemente ha manifestado sin rubor uno de sus representantes que pedía sin base legal alguna la dimisión de su General, es la desmilitarización de la Guardia Civil, lo que acarrearía su disolución, que acabaría con los ciento sesenta años de brillante y heroica historia del Benemérito Instituto.
La izquierda española cometería un grave error si olvidara que los nacionalistas vascos y catalanes, con los que debemos “conllevarnos” lo mejor posible, como defendió Ortega y Gasset, traicionaron a la II República en el campo de batalla, hasta el punto de que Azaña, artífice del Estatuto Catalán de 1932, decepcionado y abatido, a finales de mayo de 1937, en su Diario anotó: "Y si esas gentes van a descuartizar a España, prefiero a Franco”. Y en noviembre de 1938, con ocasión del Consejo de Ministros celebrado en Pedralbes, Negrín afirmó, según refiere Julián Zugazagoitia: “Antes de consentir campañas nacionalistas que nos lleven a desmembraciones, que de ningún modo admito, cedería el paso a Franco. En punto a la integridad de España soy irreductible y la defenderé de los desafueros de los de adentro”.
No nos engañemos, la desmilitarización de la Guardia Civil, uno de los pilares básicos de cohesión de la España invertebrada, y la deriva nacionalista de los socialistas catalanes, constituyen un mayor peligro para la unidad de España que el Plan Ibarreche o el Estatuto soberanista catalán. No puedo compartir con mi silencio la responsabilidad del Gobierno de Zapatero si no erradica dicho peligro, pues, como afirmó Indalecio Prieto: “Mis dos grandes amores son el partido socialista y España, pero si alguna vez hubiera contradicción entre ellos, que no deseo se produzca nunca, elegiría los intereses de España”.
ELIGIO HERNANDEZ
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