El asesinato de dos guardias civiles en Afganistán ha provocado un hecho insólito. Nunca antes, los marines de Estados Unidos habían rendido un homenaje de este tipo. Todo fue espontáneo y sin cornetas ni himnos.
Sucedió la misma noche en la que fueron asesinados los dos guardias civiles. Un grupo de compañeros destinados en la base internacional de Mazar e Sharif se acercaron al jefe del destacamento para pedirle un permiso especial.
Le solicitaron arriar la bandera de Estados Unidos, que habitualmente ondea en la base, e izar la española. El máximo responsable accedió.
Los guardias civiles se agolparon en el patio para rendir una pequeña oración por sus compañeros y, de pronto, se unieron a ellos militares de varias nacionalidades: franceses, estadounidenses, polacos, holandeses… y hasta personal civil.
Fue un homenaje sencillo, sin órdenes ni ensayos, y sin publicidad. Así lo describe un compañero de los fallecidos:
“Fueron unas palabras sentidas que a duras penas fueron pronunciadas en su memoria, seguidas de un silencio desgarrador mientras se arriaba nuestra bandera”.
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